¿Quién es Iván Mejías y cómo fue su niñez?
Crecí en un pequeño municipio de La Habana, específicamente en Marianao. Fui un niño muy querido por mis padres, y al ser hijo único, siempre estuve bajo su atención constante. Mi madre, que es profesora, influyó mucho en mi formación académica. Desde pequeño, me inculcó la importancia de los estudios, por lo que siempre me esforcé por mantener buenas notas.
En mi casa, la exigencia era alta: ser hijo de una profesora —y luego de una metodóloga— implicaba un rendimiento ejemplar. Eso me motivó a destacar en cada etapa estudiantil. Durante la primaria, la secundaria y el preuniversitario, siempre estuve entre los mejores alumnos; si no era el primero, ocupaba el segundo puesto.
Más tarde, ingresé a la universidad, donde enfrenté un cambio significativo: las asignaturas eran más complejas y exigentes. Aun así, logré mantenerme como el primer estudiante de mi facultad, aunque no era algo que persiguiera deliberadamente.
¿Cómo decidiste venir a Rusia? ¿Cómo ingresaste al país?
La decisión de estudiar en Rusia fue inesperada. Todo surgió a raíz de unas becas que ofrece la Federación Rusa, las cuales se otorgaban sin previo aviso. En abril de 2019, me enteré de que mi generación tenía la oportunidad de postularse, y eso cambió mis planes por completo.
Aunque como primer estudiante tenía opción al título de oro, ahora debía competir por una de las dos plazas disponibles para estudiar en Rusia. Me esforcé al máximo: asistí a revalorizaciones, mejoré mis notas y me concentré en terminar con excelencia.
El proceso de documentación fue complicado, especialmente desde Cuba. Requeríamos pasaportes, exámenes médicos (como pruebas de VIH), evaluaciones psicológicas y visas. La organización se encargó de todo, pero el trámite tomó tiempo: entregamos los papeles en abril y hasta agosto-septiembre recibimos la confirmación. Finalmente, el 19 de septiembre de 2019, viajé a Rusia.
¿Cómo fue el choque cultural y la adaptabilidad?
La adaptación fue difícil. Con solo 20 o 21 años, pasé de vivir bajo el cuidado de mis padres a ser completamente independiente en un país desconocido. Recibí cierta suma de dinero y tuve que aprender a administrarme: cocinar, estudiar sin que nadie me lo exigiera y mantener mi beca. Fue un año de aprendizaje constante.
El idioma fue otro desafío enorme. Llegué sin saber nada de ruso —un idioma considerado de los más difíciles— y tuve que aprender desde cero. Hubo noches enteras memorizando vocabulario, intentando conversar y siendo corregido. Fue un proceso agotador, pero necesario.
Y luego estaba el clima. Proveniente de un país tropical donde rara vez baja de 15°C, enfrentar inviernos de -35°C o -40°C fue impactante. Recuerdo la primera vez que vi nevar: para alguien que nunca la había visto, fue como un momento mágico, aunque pronto entendí que era parte de la rutina.
¿Cuéntanos un poco del sistema educativo ruso?
Luego de la etapa preparatoria viene el ingreso a la universidad ¿Cómo fue ese choque de solo un año de idioma ruso, a ya verte en un aula rusa rodeado de rusos y enfrentarte al sistema educativo ruso? Cuéntanos un poco del sistema educativo ruso? Las evaluaciones, prácticas, laboratorios?